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martes, 17 de noviembre de 2015

La foto que inventó a James Dean



El día que el actor se subió las solapas del abrigo y salió a dar un paseo por Manhattan para que Dennis Stock lo fotografiara, estaba naciendo un mito. La nueva película de Anton Corbijn descifra aquel momento.

En Crash, la novela de J.G. Ballard adaptada al cine por Cronenberg, uno de los personajes da vida a un fetichista obsesionado por los accidentes de coche. Más en concreto, poseído por el instante preciso de hierro y carne que acabó con la vida de James Dean cuando contaba con 24. Cada noche, él y los suyos recrean la colisión entre el Ford Tudor y el Porsche del actor, el 30 de septiembre de 1955 a las cinco y cuarto de la tarde en la carretera 466. Cuentan que George Barris, creador del Batmobile y coleccionista, adquirió los restos del automóvil y, tras reconstruirlo con esmero de embalsamador devoto, el artefacto transfigurado en símbolo se convirtió en el protagonista de un espectáculo triste que recorrió el país. Y así hasta que en 1960, Little bastard (así apodaba Dean a su máquina) desapareció.



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A pocos cadáveres la muerte los quiere tanto. Pocos muertos tan exquisitos como el actor que con tres películas fundó un universo. O, mejor, descubrió al mundo la posibilidad de uno nuevo. El matiz importa. «Nunca antes una estrella había vestido vaqueros y una camiseta blanca simplemente», dice Anton Corbijn casi a media voz en la terraza de un hotel céntrico de Madrid. El fotógrafo, además de director de cine, presenta su cuarta película y lo hace como si describiera una más de las infinitas sesiones de fotos que le han ocupado desde que en los 70 empezara a trabajar para la revista New Musical Express. No en balde, Life, éste el título de la cinta que se estrena el viernes, cuenta la historia de un fotógrafo. O, mejor, la historia de la relación entre un fotógrafo y su modelo. O, mejor aún, la historia de cómo una simple foto se pudo convertir, por azares del mismo azar, en uno de los mayores iconos de la historia de la cultura popular. Eso o, simplemente, la historia del propio Corbijn. O la de Dean.

«Mi intención no era hacer una película biográfica. Quería, más que nada, narrar un encuentro, si se quiere, casual», dice entre enigmático y perezoso. Para situarnos, la película cuenta cómo, en 1954, Dennis Stock y James Byron Dean se cruzaron. El primero era un reportero condenado a las alfombras rojas («Lo más bajo de la profesión», se escucha). Soñaba, eso sí, con algo diferente. Sus trabajos para la célebre agencia Magnum (sí, la de Henri Cartier-Bresson y Robert Capa) apenas superaban el listón de lo corriente y su nombre alcanzaba a duras penas a distinguirse entre la nube de flashes que iluminaban diariamente Broadway.

Del otro lado, la situación no era más halagüeña. Dean había desembarcado desde Indiana en la calle West 44th de Manhattan, sede del no menos célebre Actors Studio (sí, el de Kazan y Pacino). Lo contemplaba un largo historial de anuncios (el equivalente a la alfombra roja de antes) y algún que otro trabajo para alguna serie de la pujante pero poco considerada televisión. Acaba de terminar, eso sí, Al este del edén, la adaptación a cargo de Kazan de la novela de John Steinbeck. Su trabajo en la película en la piel de Cal había levantado la expectación que acompaña a los genios. Sus improvisaciones animadas por la violencia afectada del método le señalaban como el más atormentado de los actores.

Pues bien, dos tipos empeñados en descubrir lo que daba de sí el término ambición se cruzaban en el centro de la ciudad más ambiciosa del planeta: Nueva York. «De alguna forma», comenta Corbijn, «es una situación que no me resulta extraña. Cuando llegué a Londres por primera vez, quizá estaba un poco como Stock. A la expectativa y con ganas de hacer fotos que nadie había hecho antes. Además, su método de trabajo y el mío son parecidos».

¿Lo podría describir?

«Se trata de un acercamiento a la fotografía casi documental. Me interesa más el momento que rodea a la foto, que la foto misma. Se trata de descubrir un punto de vista al espectador. Entrar en casa de Tom Waits, por ejemplo, y fotografiarlo rodeado de sus cosas, de lo que es él. Es en ese instante, cuando se consiguen los mejores retratos, los verdaderos».

Cobijn, holandés de nacimiento, es el hombre detrás de todas las imágenes (fotos y vídeos) que conocemos de Depeche Mode o U2, por ejemplo. Por su objetivo ha pasado el imaginario entero de cualquier aficionado (o no tanto) a la músicaa. Y el pop o el rock, para él, no ha sido más que un punto de partida. No se trata tanto de fotografía, dice, como «de construir una imagen». La lista de sus víctimas es, sencillamente, interminable: Bob Dylan, Joy Division, Bruce Springsteen, Miles Davis, Björk, Robert De Niro, Stephen Hawking, Elvis Costello...

«Probablemente Stock», sigue Corbijn, «no sabía lo que estaba haciendo. Simplemente pretendía captar a Dean como creía que tenía que ser captado. No estaba fotografiando a una estrella; estaba con un hombre que tenía un sueño y cuya familia eran unos cuáqueros de Indiana». En efecto, Life se sitúa en el punto cero de Dean -Dean antes de James Dean- y el segundo antes de la explosión de una revolución por venir. La película cuenta el proceso de angustia que vivió el actor antes de acceder a su segundo papel. Quizá el definitivo: Rebelde sin causa, de Nicholas Ray. De repente, Jim Stark, su personaje, se convertía en el precipitado perfecto de todas las dudas de una época, de una generación, de un nuevo mundo en el que la adolescencia, la juventud o como se quiera llamar se transformaría, entre otras cosas, en el motor de consumo de la humanidad. Luego vendría Gigante y, por último, el más hermoso e inmenso de los vacíos. Y se acabó.

«Su muerte dio otra dimensión a la sesión de fotos. Eran unas imágenes que se ceñían como un guante al mito», dice Corbijn. Dean pasea por Times Square debajo de la lluvia y el mundo tiembla. «Eran otro tiempos», sigue. «Entonces, el poder de una imagen era brutal. Una revista como Life era casi un miembro de la familia. Estaba en el salón y se hojeaba mil veces. No había otra forma de ver el mundo que ésa. Ahora estamos rodeados de imágenes por todos los lados. Ya es imposible distinguir una buena de una mala imagen. La cámara del iPhone lo ha igualado todo».

James Dean se rompió el cuello el mismo año que nació Corbijn. Entre la foto del actor paseando por Manhattan y Life, la película, median 60 septiembres. Quizá la cinta es simplemente la crónica de una muerte; un capítulo más de la reverencia necrófila que persigue a Dean. Tal vez, la película se limita a narrar la pérdida de lo que Walter Benjamin llamaba aura; el abandono de la singularidad, de lo único, del fugaz instante del más irrepetible de los cadáveres.


1 comentario:

  1. Excelente nota!!!!!

    Me encantó... porque hay unos cuantos detalles que no sabía... ni me hubieran interesado en otro momento...
    Pero ahora sí... y gracias a estas notas los pude conocer!!!!!

    Me gusta mucho leer / escuchar a Corbijn...
    Nos deja saber un poco de por qué eligió contar esta historia...
    Que creo que va mucho más allá de la anécdota en sí... o de que el se sintiera identificado por ser fotógrafo al igual...

    Me tengo reservada la peli de Control... para cuando llegue a hacerme un tiempo para verla... ; )

    Mis ansias de ver LIFE... se acrecientan día a día!!!!!
    Pero siento que todavía me falta mucho para que llegue ese día... snifffff!!!!!

    Gracias por el artículo, Nani!!!!!
    Saludos!!! Lucky * I love muse

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