¿Estabas familiarizado con la novela de Don DeLillo?
No. Pero leí algunas de sus otras novelas. Primero leí el guión que
David Cronenberg me envió, y luego la novela. Uno es increíblemente fiel
al otro, de una manera que parece imposible, para una novela que
parecía imposible de adaptar. Pero aún antes de leer el libro, lo que
impresionó más del guión fue el ritmo rápido y la tensión sin descanso.
¿Qué tenía la película que más te llamó la atención?
¡Cronenberg, obviamente! He actuado en unas cuantas películas, y ninguna
de ellas llegó a la altura de lo que esperaba que fuera trabajar con
él. No me decepcionó… Supe que sería muy creativo, y de que sería una
auténtica experiencia. Y me atrajo la prosa del guión, como una especie
de poema largo. Y un poema misterioso, también. Normalmente, cuando lees
un guión, sabes rápidamente de lo que va a tratar, a dónde va a ir,
cómo terminará, aún si hubiera giros inesperados o sofisticados, e
invierte la trama. Pero esta vez fue completamente diferente, mientras
más leía, menos podía imaginar a dónde estaba llegando, y más quise ser
parte de ello. No recae en ningún género de cine en lo absoluto, está en
su propia clasificación.
¿Cuándo leíste por primera vez el guión, te viste en el papel? ¿Pudiste imaginar cómo luciría visualmente?
Para nada. La primera vez que hablé con David, eso fue exactamente lo
que le dije, que no visualizaba nada, y él pensó que era algo bueno.
Además, creo que a esta altura, no estaba pensando mucho en
anticipación, había evolucionado de una manera progresiva, orgánica,
empezando por el texto, pasando las muchas opciones visuales para darle
forma a la película. Es un proceso de vida. Aún durante la primera
semana de filmación, nos seguíamos preguntando cómo luciría la película
una vez terminada. Fue fascinante, sentí como si la película se
estuviera haciendo sola.
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