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miércoles, 10 de octubre de 2012
CRÍTICA DE COSMÓPOLIS (2012) Lo mejor: Pattinson y la cruel mirada a la caída del sistema.
Por Carlos Marín
David Cronenberg, ya convertido en un autor total capaz de cualquier cosa que se proponga, decide hacer una reflexión extensa, compleja, dura sobre el capitalismo y su caída en su Cosmopolis. Utilizando como herramienta a un Robert Pattinson entregado a las últimas consecuencias, la película se interna en el mundo autista y frío de una limusina, representación final de un sistema financiero global, y lanza preguntas (algunas sin respuesta) mientras un grupo de personajes van paseando por ella, al mismo tiempo que el mundo del protagonista se desmorona.
Exceso. Eso es lo que se vive en un mundo donde no tienes suficiente con comprar el cuadro de una capilla histórica, sino que también QUIERES la capilla. No solo se pierde el valor del objeto, sino que también de cualquier sentimiento, o persona. Se habla, se sugiere unos recuerdos a la realeza, también aséptica y aislada del mundo real.
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Esa mirada y sonrisa mordaz de su protagonista, la tranquilidad mientras fuera estalla una guerra. Bastante fácil identificarse con los que están fuera, intentando hacer al hombre poderoso reflexionar, ¿no? Pero a él le da igual; él quiere ir a cortarse el pelo, porque lo necesita. Lo quiere. Nada más importa. El mundo se va a la mierda, y el tito David sabe bien por qué.
La pasividad de Cronenberg en su manera de contar las cosas se nota en el pesado ritmo que aparenta su estructura. No es una película fácil, está excesivamente dialogada y tira mucho de concepto y metáfora. Casi en exceso. Pero cuando el canadiense loco se excedía poniendo vaginas en pechos para representar el control de la televisión no nos quejábamos, ¿no? Puede que sin chicha o sangre, el exceso no sea tan divertido. Y ahí difiero.
Pattinson está genial, construye el personaje a través del autismo y casi el Asperger, un ser cruel, sin alma, que se da cuenta lo incapaz de leer el mundo que es. No puede, fracasa, y se entrega a la autodestrucción. Como bien le dice un personaje en un momento del film, “hasta para destruirte y caer tienes que ser más que los demás, el mejor en ello”. Exceso. ¿veis? El tándem Pattinson-Cronenberg nos puede dar tantas alegrías como el que tuvo (tiene) con Mortensen. Ya podéis comenzar a tirarme los platos a la cabeza.
La diversión de Cosmopolis es inexistente, es un título depresivo, extraño en su estructura y extenuante. Cansa, pero en diferentes sentidos; o te atrapa y te fascina, o te aburre y destruye. No es fácil entrar en ella, ni difícil salir. Es una nueva tuerca a un estilo que está buscando, de nuevo, una nueva voz. Tuvimos etapa sexual-gore, otra comercial de terror, una psicológica y una de thriller clásico. Cronenberg vuelve a girar, larga vida a su carrera, salga la sangre y la carne que tenga que salir.
Lo mejor: Pattinson y la cruel mirada a la caída del sistema.
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